Se escribían estas coplas para dar brillo a los cultos solemnes, en los que antiguamente, puesto que el ejercicio del triduo, quinario o septenario no comprendía, salvo en domingo, la Santa Misa, ocupaban un lugar muy destacado junto a otras piezas como los Cristus factus, Alabado, Tantum ergo o las Letanías. Del gran tesoro de coplas que custodian los archivos tanto de hermandades como de algunos cantores da testimonio el libro de Ignacio Otero La Música de las Cofradías de Sevilla, donde se recopila, cataloga y comenta todo este material.
En el archivo de la Pontificia y Real Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de Roca-Amador, Ánimas Benditas, Beato Marcelo Spínola y Primitiva Cofradía de Nazarenos de María Santísima en su Soledad, establecida canónicamente en la parroquia de San Lorenzo Mártir de Sevilla, se custodian las partituras manuscritas que son objeto del presente artículo, y que, junto a una marcha procesional, La Soledad, de Pedro Morales Muñoz, constituyen el patrimonio musical de la misma.
Las más antiguas son las Coplas a Ntra. Sra. de la Soledad, con música de Buenaventura Íñiguez sobre versos de José Lamarque de Novoa, fechadas en marzo de 1887. Se trata de un cuadernillo de cuatro pliegos apaisados de papel pautado, con una portada, once páginas de música numeradas como folios, y dos más en blanco sin numerar. En la primera página aparece el título, los autores de la letra y de la música, la fecha arriba indicada y la rúbrica del Mtro. Íñiguez, por lo que es posible afirmar que estamos ante el autógrafo original del compositor, ya que esta rúbrica es la misma que aparece en el Stabat Mater y en otras obras del mismo Íñiguez. Constan de coro a tres voces graves, coro que hace las veces de ritornello, y tres estrofas: dos a solo –de tenor y bajo o barítono respectivamente- y una tercera a dúo de tenor y bajo. El acompañamiento es para piano o armónium, aunque la escritura, especialmente en las introducciones, apunta más al primero. El estilo de las mismas es el esperable de la época, con reminiscencias de la música lírica y teatral que afloran en el tratamiento de las voces solistas y del acompañamiento.
En el archivo de la Pontificia y Real Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de Roca-Amador, Ánimas Benditas, Beato Marcelo Spínola y Primitiva Cofradía de Nazarenos de María Santísima en su Soledad, establecida canónicamente en la parroquia de San Lorenzo Mártir de Sevilla, se custodian las partituras manuscritas que son objeto del presente artículo, y que, junto a una marcha procesional, La Soledad, de Pedro Morales Muñoz, constituyen el patrimonio musical de la misma.
Ya en la segunda década del siglo XX, en el año 1925, se estrenan las Coplas a la Stma. Virgen de la Soledad, sobre los mismos versos de Lamarque, si bien con algún ligero arreglo del hipérbaton original del primer verso, algún que otro retoque en la letra del coro y con una estrofa menos. La música es del doctor Jerónimo Oliveras, entonces diputado mayor de la Hermandad. La partitura está escrita en un cuadernillo de tres pliegos de papel pautado apaisados con portada y once páginas de música. Aunque no hay firma es probable que también esta partitura sea autógrafa. Están escritas estas coplas para solistas, coro a dos voces graves, armónium, y un conjunto instrumental de violines primeros y segundos, flauta y contrabajo, y constan de ritornello a coro y dos estrofas a solo de tenor y bajo respectivamente.
Parece que el motivo último de la composición de unas nuevas coplas es precisamente tener unas en las que haya concurso de voces e instrumentos, para mayor magnificencia de los cultos. La pretensión de sustituir a las antiguas se cumplió plenamente sin duda, ya que estas son las coplas que se ejecutan siempre en los cultos.
Ya en 1957, con motivo de las celebraciones del IV Centenario de la Hermandad, y después de la entrada efectiva en vigor de las normas diocesanas sobre música sacra que prohibían la presencia en las iglesias de instrumentos distintos del órgano o sucedáneos, así como los aires operísticos y profanos, se estrena Soledad, una copla que ya no se llama tal, sino poema a la Stma. Virgen, con música del célebre violinista Telmo Vela sobre versos del ilustre soleano Joaquín Romero Murube. La copia que obra en poder de la Hermandad es fotocopia de un original que quizás quedara en manos del compositor. Está escrito para conjunto de tres seises, tenor solista y coro a tres voces graves –tenores primeros y segundos y bajos-, con acompañamiento de orquesta de cuerda –violines primeros y segundos, viola, violoncello y contrabajo-, y armónium. Hay además una parte para voces y armónium que hace las veces de reducción. En la obra, aunque formando una unidad orgánica, se pueden distinguir una parte para los seises, con la que se abre el poema musical, un intermedio a solo de tenor y el final a tutti.
Ante el panorama tan degradado que, en general, presenta la música sacra en nuestros días, la recuperación de estas piezas litúrgicas y la posibilidad de que puedan ser interpretadas con gusto y escuela es ya motivo de sobra para agradecer a la Hermandad de la Soledad su preocupación por la conservación y difusión de su patrimonio musical.