Solemne Triduo Ntra. Sra. de Roca-Amador

Una de las más bellas advocaciones marianas de Sevilla es la de Nuestra Señora de Rocamador, que se venera en la iglesia parroquial de San Lorenzo, y hoy comienza el Solemne Triduo en su honor.

La devoción a esta advocación de la Virgen María se remonta, en nuestra ciudad, a los primeros tiempos de la Reconquista. Parece que fue traida por algunos caballeros franceses, de los que acompañaban al rey San Fernando, entre quienes estaba muy arraigada dicha devoción. Su origen es muy antiguo y procede de la tradición, pudiendo ser considerada leyenda piadosa pero también historia verdadera. San Amador fue el criado que cuidó a la Virgen María en su ancianidad, y cuando ella murió y fue asunta a los cielos, el Santo continuó cuidando ancianos enfermos en Jerusalén. Pasados unos siglos, los caballeros franceses que habían ido a las Cruzadas con el rey San Luis de Francia, al morir éste en la campaña y retirarse sus tropas, se llevaron a Francia para impedir fueran profanados las reliquias y restos de San Amador, que se depositaron en una ermita situada sobre una roca en el Departamento de Lot. Este santuario se dedicó a la advocación de Nuestra Señora de Roc-Amadour, de donde tomó su nombre el pueblo de Rocamadour.

Tras la Reconquista de Sevilla el rey San Fernando o su hijo Alfonso X el Sabio, concedió a los franceses fundar un pequeño hospital y hospicio de ancianos (quizá para veteranos franceses) en Sevilla, cuya capilla fue presidida por la bellísima pintura de gran tamaño, de la Virgen, pintura de tipo mural, en la que vemos a la Señora ataviada con riquísimos vestidos, de indudable inspiración en los ropajes de ceremonia palatina de las emperatrices de Bizancio. El Niño que lleva en brazos, también ricamente vestido, la está mirando amorosamente. Esta pintura es de indudable origen bizantino, aunque algo modificado por su contacto con los estilos italiano y francés, ya en la época del gótico.

Es muy posible que esta capilla tuviera primitivamente acceso desde la calle, y ello explicaría que, aun estando en la Parroquia, pudiera ser compartida con la capilla de la antigua casa hospital y hospicio de los franceses, que algunos creen fuera el hospital de Santa Bárbara, desaparecido en la Reducción de Hospitales que ordenó el arzobispo D. Rodrigo de Castro a finales del siglo XVI. Dado que es pintura mural no puede pensarse que el muro fuese trasladado con su pintura desde el hospital a la Parroquia, pero sí que la capilla fuese compartida entre ambos edificios. La capilla de la Virgen de Rocamador tuvo cerramiento con rejas de hierro hasta el siglo XIX y en ella tenían su bóveda de enterramiento los Bucarelli, nobilísima familia de origen italiano, pero enraizados en Sevilla durante varias generaciones, familia que dio ilustres personajes a la historia de España, entre ellos un virrey de la Nueva España, al que todavía se recuerda con estatuas públicas en México, y otros familiares que fueron generales, almirantes, y hasta un familiar tenido por santo aunque no canonizado, pero que dedicó su vida a la piedad y a la caridad.

Estos Bucarellí contruyeron su palacio en la calle Santa Clara, que por eso se llamó un tiempo calle de los Generales. El palacio pasó luego a la familia Queralt, Condes de Santa Coloma, que aún hoy lo poseen, aunque una parte del grandioso edificio está dedicado a colegio de enseñanza secundaria y bachillerato, con el título de colegio Julio César, uno de los mejores centros de enseñanza de Andalucía.

La devoción a la Virgen de Rocamador, traida por los caballeros franceses, y por el rey Alfonso X el Sabio, pronto se fundió con la religiosidad propia de Sevilla, y con la devoción a la Virgen del Rosario y a su hermandad de esta parroquia. Pero aún más, desde aquí, en los tiempos del descubrimiento del Nuevo Mundo, y de la hispanización de aquellos países, fue una de las devociones que se transplantaron a América desde Sevilla, y en muchos puntos de México, Colombia y Perú se encuentran reproducciones de esta imagen que, ya en los siglos de los virreinatos españoles en aquellos paises, se identificó esta devoción con la continuida de la milicia y la nobleza, sentido muy distinto del que la devoción de Rocamador toma en Navarra, Castilla, León y Galicia, donde se identifica como devoción propia de los peregrinos que iban desde Europa a Compostela.

ALTARES PARA EL TRIDUO

La priostía de la Hermandad ha realizado el montaje de dos altares. Uno en la capilla de Nuestra Señora de Roca-Amador y otro en el Altar Mayor de la parroquia para celebrar la Santa Eucaristía. En la capilla de Roca-Amador sobre el mural hay una profusión de velas y cuatro jarras antiguas del paso de la Santísima Virgen con flores. Se ha bajado la altura de los lampareros de plata para iluminar las facciones del rostro de la Santísima Virgen.

En el Altar Mayor preside el simpecado de gala de la Hdad de Nuestra Señora de Roca-Amador que era utilizado por los hombres de la Hermandad en los rosarios callejeros que se celebraban cada 2 de febrero. El simpecado, de autor anónimo, fue confeccionado entre los años 1723 y 1736 (por falta de fondos se dilató en el tiempo su ejecución), con bordados en oro y sedas, y con una pintura central al óleo sobre lienzo. A ambos lados dos parejas de angeles ceriferarios y profusión de velas y flores y las credencias procedente del altar de quinario. En el banco de altar y en las credencias se situan 4 angeles y 4 guardabrisones ambos del paso de la Santísima Virgen.

Un altar para solemnizar los cultos de la Santisima Virgen en la advocación de Nuestra Señora de Roca-Amador.

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