Durante el siglo XVII, la Hermandad renovó sus reglas y cambió aspectos de su organización interna, destacando la aparición del hermano mayor como figura representativa. En el aspecto material, la Cofradía enriqueció su patrimonio con la construcción de un paso de palio y otros elementos suntuarios. Destacar que en 1606 la Virgen de la Soledad estrenó un paso de palio de terciopelo negro bordado en oro, plata y sedas de colores, que constituye la primera obra de este tipo documentada completamente entre las cofradías sevillanas. En lo que respecta a la capilla propia en la Casa del Carmen Calzado, esta experimentó un notable enriquecimiento tanto en lo arquitectónico, con las diferentes reformas acometidas, como en lo artístico, completando la decoración de la iglesia de la Soledad cuadros y pinturas murales de artistas como Jerónimo Ramírez (1633) y Manuel Díaz (1639) junto con el encargo de un retablo barroco a Bernardo Simón de Pineda (1682).
El siglo XVIII marcó la integración de la nobleza sevillana en la Hermandad, destacando su relación con la Real Maestranza de Caballería de Sevilla desde el mismo momento de su creación en 1670, siendo once de sus veintisiete fundadores miembros de la Mesa de Gobierno de la Hermandad de la Soledad. A lo largo de este siglo, la Capilla y los objetos de culto continuaron enriqueciéndose gracias al apoyo de sus influyentes miembros, algunos de los cuales ocuparon cargos destacados en la administración colonial española. También se ejecutó completamente en el mismo noble metal un nuevo paso de palio que sustituyó en 1692 al antiguo, lo que hizo magnificar a la Cofradía en la calle que cerraba como siempre lo ha hecho la Semana Santa sevillana.
La invasión francesa en 1810 trajo la destrucción de la capilla de la Hermandad, tras 235 años siendo su sede, pudiéndose salvar únicamente algunos enseres de plata y alhajas. La imagen de la Virgen de la Soledad fue salvada, gracias a la soleana familia Bucarelli que cedió el oratorio de la casa de los marqueses de Vallermoso en la calle Santa Clara para cobijar a la Señora. Posteriormente, la Virgen fue trasladada a un oratorio privado al final de la calle Armas, donde solo estuvo un mes para en septiembre de 1811 situarse en un altar en la parroquia de San Miguel, sita en la plaza del Duque.
Tras la salida de los franceses de la ciudad, los soleanos volvieron a reunirse con la intención de reconstruir el templo en la Casa Grande del Carmen, no pudiéndose llevar a cabo por, entre otros motivos, el capítulo protagonizado por el cura Vega, párroco de San Miguel, que había usado el patrimonio de plata y alhajas que la Hermandad había logrado salvar del saqueo para ejecutar obras en la parroquia sin conocimiento de los cofrades de la Soledad. Fue desde entonces, 1815, cuando la corporación cayó en la mayor crisis de su historia, no siendo posible en ocasiones efectuar salidas procesionales ni cabildos -no contados actas-, si bien la Virgen de la Soledad recibió culto constante, tal y como demuestran las convocatorias existentes en las décadas siguientes.
En 1860, la Hermandad fue revitalizada gracias a la intervención de los soleanos Rafael Manso Domonte, IV marqués de Rivas del Jarama, y José Bermejo Carballo, pieza fundamental en las cofradías sevillanas por aquel entonces, los cuales lograron reorganizarla con nuevos miembros del pueblo llano, después de que la nobleza en su mayoría declinara participar en esta rehabilitación de la Cofradía. Ese mismo Viernes Santo, María Santísima en su Soledad volvió a cerrar la Semana Santa y, en los meses siguientes, se redactaron unos nuevos estatutos por José Bermejo que fueron aprobados al año siguiente.
La invasión francesa en 1810 trajo la destrucción de la capilla de la Hermandad, tras 235 años siendo su sede, pudiéndose salvar únicamente algunos enseres de plata y alhajas.
Durante la Segunda República, la Hermandad suspendió temporalmente sus procesiones, y tras la Guerra Civil, se reformaron sus reglas en 1946. Éstas serían sus quintas reglas penitenciales y que sustituyeron a las que habían regido a la Institución desde la rehabilitación. La principal novedad normativa fue que la figura del hermano mayor recaería en un seglar, y no como en esos momentos ocurría ya que Juan Barquero, como párroco de San Lorenzo, presidía la Hermandad desde 1912, ocupando ahora el cargo el soleano más veterano del momento, Pedro Izquierdo Dumoulín.
Si tenemos que resaltar un hecho de su época final fue sin lugar a dudas el acontecido en 1977, cuando tras diez años de proceso se fusionó con la Hermandad del Santísimo de San Lorenzo con la aprobación de nuevas reglas, consolidando su carácter actual como Corporación Sacramental y Penitencial.
Si tenemos que resaltar un hecho de su época final fue sin lugar a dudas el acontecido en 1977, cuando tras diez años de proceso se fusionó con la Hermandad del Santísimo de San Lorenzo con la aprobación de nuevas reglas, consolidando su carácter actual como Corporación Sacramental y Penitencial. La antigua Hermandad Sacramental de San Lorenzo había sido fundada tras la llegada a Sevilla de doña Teresa Enríquez en 1511 y se constituyó jurídicamente con reglas aprobadas en 1558. A su vez ésta Cofradía Sacramental había recibido en 1819 a la de las Ánimas Benditas del Purgatorio (con fundación anterior a 1588 y reglas de 1640), en 1844 a la de Santa María de Roca-Amador (que existía al menos en 1558 y conserva reglas de 1691), ambas de la citada parroquia, y en 1842 a la Hermandad Sacramental de la extinguida y desaparecida iglesia de San Juan de Acre al extinguirse esta jurisdicción e integrarse en la parroquia de San Lorenzo.
En todo este tiempo, en estos cuatro siglos y medio de existencia, la Imagen de la Virgen de la Soledad es lo único que verdaderamente ha permanecido, siendo su Figura la que ha unido a tantos y tantos soleanos de todas las épocas que han dirigido sus miradas y sus plegarias a Ella. Esta Imagen de la Virgen sola es, con toda probabilidad, la efigie mariana dolorosa más antigua que procesiona en Sevilla (seguramente anterior a 1568), muy próxima al origen de las antiguas cofradías que se normalizan tras Trento.