Así pues aunque con origen en 1511, y con documentación conservada en el Archivo de la Corporación datada en 1524 que demuestran su existencia en el primer cuarto del siglo XVI, la Hermandad se constituyó jurídicamente en 1558 con la aprobación de sus primeras reglas por el provisor del Arzobispado Juan de Obando. Estos estatutos se reformaron tres décadas más tarde, con rúbrica del doctor Romero de Montalbo el día 15 de septiembre de 1588.
De la documentación existente relativa al siglo XVII cabe resaltar un libro de protocolos y rentas, de gran formato y con varias hojas iluminadas de interés artístico, donde se anotaron las propiedades que poseyó la Cofradía, así como sus diversos movimientos económicos. Estas posesiones estaban situadas en diversas collaciones de la Ciudad: nueve fincas en el Barrio de San Lorenzo, tres en Omnium Sanctorum, dos en San Vicente, dos en la Magdalena, una en Santa Marina, una en Santa Cruz, una en Santa María la Blanca, una en el Salvador y una en San Gil, así como cuatro fincas rústicas fuera de la misma.
Una vez concluidas las obras de la capilla se acordó aderezarlas con pinturas dedicadas al Santísimo, proyecto que comenzó en 1707 el maestro Francisco Pérez de Pineda, siendo continuada en 1717 por Domingo Martínez y a Gregorio de Espinal que concluyeron la decoración pictórica. Por último cabe destacar como en 1733 fue encargada una pareja de ángeles lampareros al escultor Benito de Hita y Castillo, que se encuentran en la parte superior de las columnas más alejadas del altar. Anexa a la capilla se labró la sala de cabildos, cuyo costo fue soportado conjuntamente por las hermandades del Santísimo y la de Ánimas, terminándose la construcción en 1742 con el levantamiento de un almacén y la vivienda para el muñidor.
La mañana del 29 de julio de 1708 se colocó solemnemente el Santísimo Sacramento en su altar, «auiendose para ello adornado la Yglesia y sus Capillas con la desensia y primor que no se esperaba respecto la calamidad de los tiempos y que con más cuidado y aseo se auia adornado el Altar maior y Capilla del Sagrario».
Además es preciso recaer en el culto externo anual, fuera de las naves del templo por las calles de la Collación, denominado Salidas de Dios, manteniéndose la tradición que esta Cofradía de San Lorenzo fue la primigenia en hacerlo con el Santísimo bajo palio. Esta procesión, que hoy se continúa realizando el Domingo de la Ascensión, se celebraba tradicionalmente el segundo día de la Pascua de Resurrección, esto es el Lunes de Pascua, aunque en ocasiones también ocurrió la Dominica in albis.
Los siglos XVII, XVIII y XIX estuvieron salpicados por diversos pleitos, algunos de ellos con la Fábrica y clero de San Lorenzo, otros con hermanos de la Corporación y otros con otras cofradías. Precisamente entre los conflictos de este tipo es necesario subrayar los mantenidos con otras hermandades sacramentales de la ciudad como consecuencia de una concordia existente entre ellas que permitía que los cofrades de cualquiera de ellas fueran enterrados en las parroquias donde residían, aunque fueran hermanos de otra corporación de diferente collación.
Las noticias existentes muestran numerosos datos de la relación con otras corporaciones además de las sacramentales. Así conocemos datos de interés como el posible antecedente en 1724 a la fundación de la hermandad de la Pastora de San Lorenzo hoy en San Antonio de Padua, o la conexión con la de la Santa Cruz de la Plaza, que desvelan la construcción de un cementerio en la vía pública en la zona que lindaba con el muro sur de la capilla del Sagrario y la sala capitular. Especial relación tuvo la Hermandad Sacramental con la del Gran Poder desde el mismo momento de su venida a San Lorenzo en 1703, llegándose a entablar una concordia entre ambas corporaciones que establecía la participación conjunta en diversos cultos y el reconocimiento mutuo, tanto de la propiedad de la capilla de Señor que había ido ganando terrenos a la Ciudad por cesión de su Cabildo secular, como el de la bóveda y derecho de enterramiento a la Sacramental que era la patrona de la parte más antigua de ese espacio por cesión testamentaria. Este vínculo entre las dos cofradías se debió entre otros motivos a que diversas personas desde la segunda mitad del siglo XVIII fueron oficiales de ambas juntas de gobierno.
A esta Hermandad Sacramental de San Lorenzo han pertenecido cofrades de diversa índole, algunos de ellos individuos relevantes. Entre los hermanos que engrandecieron la Corporación desde sus puestos de oficiales destaca la figura del mayordomo Juan Díez de Valdivieso que ocupó el cargo al menos desde 1693 hasta 1698 cuando falleció, sin cuyo empeño hubiera sido imposible comenzar la obra de la capilla del Sagrario. Le sucedió en estos fundamentales años Juan Preciado, que aunque con intermitencias fue mayordomo ocho años. A partir de 1718 desempeñó el oficio durante diez años Bartolomé Bravo Gutiérrez, aunque no consecutivamente, pues como cofrade de importancia de esta época alternó el cargo con el de alcalde que ejerció cuatro años. Tras esta época llegaron los mayordomos Antonio de Vargas Machuca, Andrés Carreño Cabeza de Vaca, Miguel Gómez Rayo, Vicente de Albelda y Francisco Mendieta, que fue sucedido en 1754 por Miguel Ruiz Morquecho que administró la hacienda de la Corporación hasta su muerte sucedida once años después. Ese año de 1765 fue sucedido por su hijo Andrés Ruiz Morquecho del cual existe constancia documental que fue mayordomo hasta el cambio de siglo, es decir durante treinta y cinco años consecutivos. Tras la reconstitución de la Hermandad en 1813 apareció en el cargo Antonio Ruiz Morquecho. Posteriormente sucedió algo parecido, es decir la transmisión de un oficio fundamental de padre a hijo pues Manuel Fernández Cueto dirigió la mayordomía entre 1826 y 1854, año de su muerte, siendo sucedido por su hijo de igual nombre que ocupó el oficio hasta 1865.
El cargo de prioste fue el principal de la Hermandad en sus primeros tiempos pasando luego a redefinirse con funciones desprendidas de mayordomía y cultos. Destacan los nombres de los priostes Juan Fernández de Sotomayor (1709-1713 / 1718-1724), Juan del Toro (1740-1748 / 1753-1771), Francisco del Toro (1771-1782) y Antonio Quiroga (1826-1866).
Podemos definir los cargos de alcaldes y fiscal como más representativos, pues algunos hermanos eran elegidos es estos oficios tras pasar por otros, siguiéndose en ocasiones la regla no escrita de seguir de una elección a otra de fiscal a alcalde moderno y de aquí a alcalde antiguo, máxima representación de la Hermandad hasta la aparición de la figura del hermano mayor con las reglas en 1819.
Pedro de Espinal ingresó en la nómina de cofrades en 1696 y su hijo Gregorio de Espinal en 1716, que al año siguiente ejecutaría junto a su amigo Domingo Martínez la obra de culminación de las pinturas murales de la capilla del Sagrario.
En el siglo XX, debido a un decaimiento de la Corporación del Santísimo de San Lorenzo y por la pertenecía a esta de cofrades de la Hermandad de la Soledad, se valoró durante largo tiempo la posibilidad de fusión de ambas. Tras una recuperación de la Hermandad Sacramental una vez finalizada la Guerra Civil tomó las riendas como mayordomo Ramón de la Cruz Parrado, a quien sucedió su sobrino Ramón Pineda Carmona en 1959. Poco después la propia Corporación soleana ya organizaba la procesión de enfermos e impedidos, iniciándose el proceso de unión en 1970. No obstante hubo de esperarse al 17 de noviembre de 1977 cuando fueron aprobadas las reglas que constituían canónicamente una nueva Corporación, con casi cinco siglos de existencia, llamada la Hermandad Sacramental de la Soledad de Sevilla.